Iban
a ser los únicos clientes del bar en aquella fría y lluviosa tarde de invierno.
Claudia lo había citado allí imaginando que a esa hora y con ese clima estarían
casi solos.
Caminó
bajo la lluvia con algunas dudas en su mente:
“Quizás
debí haber esperado un poco más. ¿Será un buen lugar para decírselo? ¿Y si
busco un momento mejor? –pensaba a medida que se iba acercando- ¡Basta! No
sigas posponiendo por temores estúpidos algo que estás deseando hacer. Entrá
como lo que sos: una mujer aguerrida, una leona sin piedad. Demostrale que
estás calma, segura, decidida…”
Caminó
repitiendo aquella frase como un mantra. Ubicó al hombre en la última mesa
contra la ventana, desde donde seguía sus
movimientos.
Rumbo
a la mesa, los vidrios del salón le devolvieron la imagen de una mujer madura,
de andar felino y semblante sereno. Esteban tenía la visión de una hermosa dama
que iluminaba el ambiente con su pelo claro y el brillo de su mirada. Apenas se
incorporó para saludarla, aunque a Claudia poco le importó su actitud.
Mientras
pedía un café, observó la mesa con restos de servilletas destrozadas: algunas
cortadas en pequeños trozos, otras enrolladas y anudadas, otras dobladas en
zigzag formando pequeños abanicos. Dos pocillos vacíos ayudaban a confirmar el
tiempo de espera.
-Parece
que hace rato que llegaste –dijo mirando el reloj-, pero todavía faltan un par
de minutos para las cinco ¿no?
-Sí,
vine temprano; sabés que me gusta estar antes de la hora. Desde que me echaste
no tengo mucho para hacer, pero… supongo que no llamaste para hablar de lo que
hago.
-No.
Te llamé porque quiero el divorcio –dijo ignorando los ácidos comentarios del
que aún era su esposo.
Silencio.
El
hombre no era capaz de articular palabra. Si bien imaginaba que algo así
sucedería, guardaba la esperanza de volver junto a la mujer a la que creía
incapaz de dejarlo; esa posibilidad jamás había entrado en sus cálculos. ¿Qué
le pasaba?
“Alguien
le lavó el cerebro en mi contra, seguro –pensó-. Alguna de sus amigas… Debe de
haber sido esa vieja cacatúa a la que le hace tanto caso...”
Jamás
aceptaría que su esposa tan manipulable e inocente, la que creía cualquier
mentira, le dijera que quería divorciarse. Si había aceptado dejar la casa era
porque ella tenía un ataque menopáusico que pronto se le pasaría; cuando se
viera sola le rogaría que volviera a su lado... Siempre la había manejado con
gritos y cuando eso no daba resultado, lo hacía con lágrimas. ¡Era tan fácil!
Al menos lo había sido hasta que abrieron la empresa.
<<“Pero…
si la muy estúpida ni cuenta se dio cuando andaba con mi secretaria y con
tantas otras. Le
decía que iba al club y se lo creía. Algo tuvo que pasar para que cambiara
así...”
Un
pensamiento cruzó su mente como un flash: “No… No puede ser que haya otro
hombre, es incapaz de engañarme… Yo siempre cumplí, teníamos sexo casi a
diario... No, otro hombre no…Claudia es mi esposa, una dama, una mujer decente,
ella no…”
Su
cerebro no era capaz de procesar lo que le había dicho. Era demasiado fuerte.
<<No
entiendo… ¿por qué me hacés esto?
-Yo
no te hago nada. Simplemente actúo de acuerdo con mi
sentir. Por primera vez en años, hago y digo lo que quiero. Me casé enamorada
o, al menos, creí estarlo, pero nunca me supiste valorar. Soy una mujer
inteligente, honesta y trabajadora; no necesito que nadie me mantenga. ¿Te
acordás el día que me dijiste que lo único que hacía bien era atender el
teléfono? Bueno… Te equivocaste; la empresa funciona muy bien sin vos. Ese día
me ayudaste a despertar, sin saberlo detonaste la bomba. Te la creíste,
Esteban.
Estaba
siendo dura; se sorprendía a sí misma hablando con tanta serenidad, aunque, en
realidad, lo que deseaba era saltar por encima de la mesa y reventar a piñazos
a ese hijo de puta. Pero no. Él solo había hecho lo que ella le permitió.
El hombre bajó la
cabeza y los ojos se le llenaron de lágrimas.
-Si
querés manipularme buscá otra cosa, porque ya no creo en tus lagrimitas... –las
palabras y su actitud eran tan heladas como el viento que se estrellaba contra
los ventanales.
-Tiene
que haber algo que yo pueda hacer para que te quedes conmigo.
-¡Qué
ególatra, por favor! Te estoy pidiendo el divorcio y vos buscás la forma de que
me quede contigo. No cómo acompañarme, reconquistarme, estar a mi lado.
Claudia
sonrió con una mueca que mezclaba incredulidad y dolor.
<<Contame,
Esteban… -se inclinó hacia el centro de la mesa y bajando su voz al volumen de
un susurro, le espetó- ¿Qué querrías hacer que no hayas podido en todo este
tiempo? Esperé demasiado un cambio que jamás llegó. Hoy nada me retendría a tu
lado… No te quiero ni te necesito.
-Pero
yo sí te necesito.
-Es
tu problema.
-Dame
otra oportunidad…
-¿Otra?
Tuviste mil oportunidades cada uno de los días que estuvimos juntos. ¿Y?
Sintió
que estaba perdiendo la calma, así que apuró un trago café frío dejando que su
mirada se perdiera en la mesa, pensativa. Una idea hizo que tomara una
servilleta y apoyando los codos en la mesa,
la colocó frente a su interlocutor.
<<¿Ves
esta servilleta? ¿Ves que está marcada en el medio? Así éramos nosotros cuando
nos casamos: una unidad con dos partes bien definidas.
Sin
más, la cortó por el doblez y, tomando un trozo en cada mano, se los mostró.
<<Esa
unidad se partió y hoy estamos separados. El día que logres unir estos trozos
como estaban originalmente, volveré a tu lado. Mientras tanto… sé feliz. Pero
lejos de mí.
Caminó
hacia la salida con la cabeza muy erguida, bella y arrogante como una diosa
griega. Abrió la puerta y la brisa helada la recibió,
haciéndola sentir viva y libre como jamás se había sentido. La lluvia
refrescante la acompañó mientras taconeaba por la vereda sin importarle los
charcos. Su presente y su futuro le pertenecían; cuando mirara hacia atrás lo
haría con un espejo retrovisor imaginario, porque el paisaje que tenía delante era más importante
que su pasado, y no se lo quería perder.
Sonrió feliz
recordando el poema de Hamlet Lima Quintana: “…Y uno se va de novio con la
vida, / Desterrando una muerte solitaria…” Así se alejó feliz, abrazada a la
vida y mirando para allá, siempre para adelante.
Cristina
Carbajal
17 de
marzo de 2012
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