miércoles, 4 de junio de 2014

SUCEDIÓ... (relato en mil caracteres)

No lo creía pero era verdad: había sido elegido como cobayo. El experimento es algo tan pequeño como un grano de arroz y se puede implantar sin el conocimiento del portador. Vivía al borde de la paranoia porque sabían su ubicación exacta, qué hacía a cada momento y hasta podrían conocer su línea de pensamiento si medían la actividad de su cerebro.
Si le hubiese contado al mundo cuán cerca está la humanidad de ser controlada y manipulada como él lo estaba, nadie le creería; tenían todo el poder y hasta podrían deshacerse de él provocándole un derrame cerebral, un ataque al corazón o simular un suicidio sin que nadie sospechara algo anormal. Solo le quedaba el camino que finalmente tomó: destruir el microchip que había descubierto encima de su entrecejo.

En un laboratorio secreto de Suecia, el científico anotó en su computadora la muerte en Montevideo de un hombre con el cráneo destrozado. Debido al lugar donde había sido implantado, el microchip XRP22186456.48 no había sufrido daños.