¡Maldito borracho…! Pareciera que una horda de puercos comió aquí, no uno.
Si ayer le hubiera pedido al mayordomo para conseguirse un par de sus putas en vez de meterse en mi cama y obligarme a complacerlo...
Ordenó ostras para cenar. Decía que lo ayudaban a ser más hombre. ¡Imbécil! Ni aunque comiera un barco lleno lo sería. ¿Disfrutaría cada uno de sus asquerosos pecados? Como dijo el cura: gula y lujuria, sus pecados favoritos…
Hoy deberé cambiar las sábanas.
El vino… Sí… No dejó nada.
Debo apresurarme a limpiar y ordenar, aunque hoy ese perverso desgraciado no se despertará.
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