La lujuria es un vicio natural.
(Giovanni Boccaccio)
Introducción
Fue Evagrio Póntico
quien en el año 375 D.C. calificó como “pecados capitales” a las peores tentaciones.
Luchó toda su vida contra uno de los pecados más difíciles de superar: la
lujuria. Siendo archidiácono fue amante de la esposa de un dignatario romano; luego,
ya retirado en un monasterio en el desierto y sin ninguna mujer a la vista,
seguía teniendo pensamientos voluptuosos que trataba –en vano- de evitar,
poniendo su mano sobre la llama de la lámpara.
Tanto en la cultura
judeo-cristiana como en la Islámica, Dios reina desde el Cielo y no tiene pareja, por lo que les es difícil celebrar
la sexualidad.
La Tabla de la Ley o
los Diez Mandamientos no hablan de pecado, pero indican
las reglas o normas que
los seguidores deben cumplir para no ofender a Dios. Dos mandamientos hablan en
específico de la lujuria:
El sexto mandamiento: “No
cometerás actos impuros”.
El noveno mandamiento: “No
tendrás pensamientos o deseos impuros”.
Lástima, porque cuando
yo era pequeña y me enseñaban catecismo, el sexto mandamiento decía “no
fornicarás”, y el noveno “no desearás la mujer de próximo”. Supongo que se
dieron cuenta de que
dejaban fuera actos como la masturbación o las fantasías sexuales, y que también nos daban a las
mujeres la libertad de desear el hombre de nuestra prójima sin caer en pecado.
Por suerte para el
mundo, existen culturas más abiertas. En la India, el acto sexual es una celebración y así lo
demuestran en el Kama-Sutra -donde sexo y religión van unidos- se describen
sesenta y cuatro posiciones o artes amorosas, además de los aspectos sagrados
de la prostitución, el sexo en grupo, la homosexualidad y el sadomasoquismo.
En la cultura
greco-romana, los señalizadores de fronteras y caminos eran gigantescos falos
llamados Hermas, erigidos en honor a Hermes, el dios de la fertilidad.
El sexo era algo
cotidiano entre los dioses del Olimpo. A Dionisio se lo celebraba con salvajes
orgías rituales en los bosques. La palabra orgía
viene del griego y en sus orígenes significaba “ritual secreto”.
Tanto en Roma como en
Grecia, se tomaba al sexo como una experiencia sensual y no como tabú.
Quizás el más lujurioso
fuese el imperio romano, y ningún lugar como Pompeya
para demostrarlo por medio
de sus dibujos, pinturas y grabados. Este imperio disfrutaba la sexualidad no
solo en los prostíbulos y hogares, sino en calles, esquinas y baños públicos.
Venus fue su diosa del sexo, la lujuria y la vanidad. Recordemos también que según la
mitología greco-romana, la creación comenzó con la copulación de los dioses.
La religión cristiana,
en cambio, siempre trató de desalentar la lujuria, incluso a través de los
nombres. Su primera denominación como pecado, fue “El ansia desordenada del
placer carnal”. Después se usó también fornicación, adulterio y tentación de la
carne, entre otros.
Pero la lujuria
apareció mucho antes, con la pareja que dio origen a la raza humana. Y eso me
lleva al punto que quería tocar: la primera mujer que habitó la tierra. Las
leyendas contadas acerca de ella por las diferentes culturas y religiones, tienen muchos puntos de coincidencia.
Durante la breve
investigación que realicé, me puse a pensar cómo sería vivir en esos días en el
supuesto Paraíso Terrenal, siendo la única mujer
para el único hombre. A quién le interese la
historia oficial podrá encontrarla en el Libro de Tobías, en el Talmud y hasta
en la Biblia -aunque su aparición es muy fugaz-, pero si siguen leyendo encontrarán
la otra historia, la apócrifa, la de esta autora.
LUJURIA EN EL PARAÍSO
(versión apócrifa)
Pasaron cinco días
desde el momento en que Creó Dios los
cielos y la tierra… hasta que Creó,
pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó… y atardeció y amaneció: día sexto…
Y entre medio creó el
universo, la tierra y la naturaleza que la habita.
Sin duda, lo que más
trabajo le dio fue el ser humano. Se pasó todo un día en esa tarea, porque la
realidad es que no fue tan fácil ni tan rápido como está narrado en el Génesis.
Parece que todo empezó
con una idea que lo llevó a amasar polvo puro, y vaya
uno a saber cómo, creó al
primer ser humano, de sexo masculino, y le puso por nombre Adán. Lo observó y
vio que su obra era buena. O creyó que lo era hasta que su obra comenzó a
aburrirse.
Como no tenía nada para
hacer porque todavía no se había inventado el fútbol y mucho menos la tele,
Adán se sentó en el pasto y apoyando los codos en las rodillas, bajó los brazos y… Sus manos tropezaron con una
parte que le colgaba y caía, así que empezó a jugar manipulándola. ¡Y vio que
el jueguito estaba rebueno! Eso
reaccionaba, y cuanto más lo acariciaba más placer sentía. Sin proponérselo ni
saberlo, Adán había descubierto la masturbación.
Tanto le gustó que no
paraba de hacerlo y Dios comenzó a preocuparse. Fue entonces que dijo la famosa
frase: No es bueno que el hombre esté
solo. Así que recordando la fórmula que había usado para crear a Adán, la
mejoró haciéndola más maleable y eso le permitió crear un cuerpo sinuoso, con
curvas deliciosas y la cobertura final suavizada con vello casi imperceptible.
Para el pelo se vino hasta el departamento de Rivera a buscar tierra colorada,
y logró la primera pelirroja de la historia, con cabellos muy largos y
ensortijados. Retocó el cuerpo: senos apetecibles, de buen tamaño, caderas
amplias, vientre chato, culito respingón, cintura pequeña, extremidades largas
y ojos seductores. Y miró Dios su obra y vio que estaba… ¡buenísima! Le puso
por nombre Lilith y la dejó en el Paraíso junto a Adán, que seguía muy ocupado
en sus cositas.
Cuando Adán la
descubrió, pensó que era un animal muy bonito y siguió en
lo suyo. La mujer,
bastante decepcionada, se le acercó y trató de entablar conversación, pero sin
éxito. El tipo pensó que ese animal nuevo lo estaba molestando y no le permitía
concentrase en su labor, así que se alejaba apenas la veía venir.
A Lilith le gustaba
divertirse fastidiándolo porque le hacía
sentirse risueña. La chica tenía su cerebro colmado de pensamientos y deseos. De
todo tipo. Quizás con la buena intención de que la especie se multiplicara para
poblar la tierra, Dios le otorgó una gran facilidad para excitarse, así que no
necesitaba mucho. Le bastaba ver jugar a Adán consigo mismo, escuchar aparearse
a otros animales, bañarse en las frescas aguas del arroyo cercano… En otras
palabras, era de las minas a las que cualquier transporte la dejaba en la
puerta. Pero Adán no colaboraba. No quería o no entendía las insinuaciones de
la dama, y es posible que no alcanzara la frecuencia con que sus servicios eran
requeridos.
Lilith llegó a la
conclusión de que su congénere, además de ser el único hombre en el Paraíso,
era un pánfilo. Y por el momento ninguna de las dos cosas tenía solución.
El tiempo pasaba.
Cansada de esperar, le hizo una zancadilla para demostrarle con hechos lo que
se estaba perdiendo y una vez en el suelo, se le puso encima. Quizás por
instinto Adán invirtió las posiciones. La hizo yacer debajo y así comprobó que
estar con ella era mejor que sus juegos solitarios.
No pasó mucho tiempo
sin que la hembra quisiera estar encima. Sin pedir permiso se montó sobre él y
su panorama cambió. Esa posición era increíble: la brisa le acariciaba el
rostro, podía abrir los brazos como las aves en pleno vuelo, tenía total
libertad de movimientos, y el poder de apresurar o atrasar la explosión de Adán
de acuerdo con sus propias necesidades. A partir de ese día no quiso regresar a
su posición anterior, cosa que enfurecía al hombre.
En algún lugar del
Firmamento, Dios entró
en el séptimo día de Su Creación. Miró Su Obra, pensó que era buena y que después de
tanto trabajo merecía un buen descanso. Es de suponer que llamó a un servicio
de nubes transportadoras y se fue a un all
inclusive en el Caribe. Playa, mar, sol, brisa, palmeras, una reposera y
Él, con un mojito en una mano y un refuerzo de mortadela en la otra. Por fin le
tocaba disfrutar sus vacaciones. ¡Y chau!
Mientras tanto, en el
Paraíso…
-¿Por qué? -Preguntaba
Lilith- Dame una buena razón por la que deba yacer debajo de ti. Los dos fuimos
creados con el mismo polvo, así que somos iguales.
El verdadero carácter
de la primera mujer comenzaba a manifestarse. Era rebelde, dominante, y tan
segura de sus pensamientos como para no aceptar un mandato sin una razón
valedera. ¿Y qué razón podía darle Adán? Ninguna que no fuera una orden
arbitraria. Lilith se la estaba poniendo difícil y él no estaba en el Paraíso
para que esta hembra le viniese a arruinar su vida. Aunque eso no era lo peor.
El
único hombre en la tierra empezó a notar que la mujer era insaciable. Copulaban
a toda hora, de día, de noche, con sol, con lluvia, antes de comer, después de
bañarse, pero ella siempre quería más. Cuando no podía convencerlo lo tiraba al
piso y lo montaba hasta hacerlo reaccionar. Como es lógico, Adán terminaba en
la cúspide del placer carnal y una vez allí, el estallido era inevitable.
Por supuesto que no se
quejaba de cuánto le hacía gozar, ni de la persecución para los encuentros
repletos de lascivia. El problema era su desobediencia.
-Tengo que hacer algo
–pensó tras quedar exhausto sobre el pasto-, no me deja otra opción…
+ + + + +
-Hola, papi Dios –oyó
el Creador, que tenía los ojos cerrados para un bronceado
más parejo.
-No puede ser -pensó Dios-. Mi hijo
dilecto me viene a joder las vacaciones… ¿Qué carajo le estará pasando ahora?
-Dime… ¿qué problema te
aqueja, hijo mío? –respondió sin mover su posición.
-Es la hembra que me
diste, papi. Es Lilith –respondió.
-Pero, vamos a ver,
Adán. Tienes todo para ser feliz. No pasas hambre, ni frío, no tienes
preocupaciones y encima te di por compañera a una mujer deseable, hermosa,
perfecta. ¿Qué más quieres?
-¿Que qué quiero? Pero…
¡papi! La hembra ya no me obedece, me persigue sin cesar solo para darme
órdenes, se siente la dueña del Paraíso, se la pasa provocándome con que “el
Creador nos ordenó que nos reprodujéramos” –dijo Adán queriendo imitar la voz y
los gestos de Lilith-, y cuando lo estamos haciendo, ¡ella siempre quiere ponerse
encima y no debajo como le corresponde, papi! Y esa fijación que tiene con el
semen… ¡It´s too much, daddy! Y puedo seguir, porque déjame decirte
que…
Dios, en un gesto muy
suyo que nos heredó, miró hacia arriba como buscando paciencia en el Cielo, que
era su casa, y deseando estar allí. Pero tenía que escuchar a Adán, que seguía
dándole las quejas de Lilith.
-…protesta por todo:
que si la fruta que recogí estaba muy madura, que la que llevé ayer todavía
está muy verde, que al mediodía hace mucho calor, que de noche hace frio, que
hay que cambiarle las hojas al lecho… ¡Me tiene repodrido, pá!
-Está bien… Déjame ver
qué puedo hacer.
El Creador pensaba que
debía ser justo y no hacer diferencia entre sus hijos, pero… Adán no era solo
su hijo varón, ¡era su primogénito!
Mientras meditaba
caminando por la orilla del mar vestido con sus bermudas floreadas, aceptaba
ante sí que el primer modelito humano le había salido medio fallado, bastante
pánfilo para ser más exactos. Su deber como Padre era proteger a su primogénito
de aquella mujer tan hermosa, rebelde, ambiciosa, indómita y…
-…y se me fue un poco
la mano con el apetito sexual que le di –admitió mirando el mar inmenso-. Yo
solo quería que me hicieran abuelo. En fin. Tendré que hablar con ella y
bajarle los humos porque seguramente pretenderá ser igual al primogénito. O
superior, quizás. Y si sigue así, con el tiempo va a querer ser superior a mí,
que soy su Creador. Tengo que hablar con ella.
Desganado, cambió las
bermudas floreadas por la túnica de blanco resplandeciente, y se fue al Paraíso
en busca de Lilith.
-Hija mía –dijo
sentándose sobre una piedra-, tenemos que hablar. Adán me ha dicho que…
-¡Pero qué tipo chusma!
¿Con qué cuento te fue? ¿Te dijo que la única que hace las cosas bien soy yo?
Porque te digo que si por él fuera, comeríamos fruta verde. O pasada. No hay
caso, no entiende el significado de la palabra madu ra. Y cuando quiero que
cumplamos con tu mandato de reproducirnos, se va. Y si lo persigo, no le gusta.
Y cuando lo hacemos, siempre quiere que me ponga debajo de él. Adem…
-¡Silencio! –Bramó el
Creador, haciendo temblar la tierra y paralizando la naturaleza- Lilith,
Lilith… Tienes que comprender y aceptar que Adán es mi primogénito y tu
obligación es obedecerlo en todo. Así que ya sabes. Y no se hable más del
asunto.
Lilith le iba a
responder, pero Dios ya había desaparecido.
Se sintió furiosa,
relegada por el pánfilo de Adán e incomprendida por su Padre. Y comenzó a andar
con paso ligero, parándose cada tanto para descargar su ira saltando sobre el
pasto con los puños cerrados.
Es bueno aclarar que a esta
altura de la historia, ya había pasado la revolución de los ángeles, donde los
perdedores -o ángeles caídos- fueron convertidos en demonios. Como todas las
creaturas de aquellos tiempos, nadie trabajaba, así que los demonios
deambulaban por la tierra peleándose entre ellos, tratando de conquistar algún
ángel para sus filas, o pergeñando cómo y con
quién ejercer su mala influencia, aunque no hubiera muchas opciones.
El primero en pasearse
por el Paraíso, fue Asmodeo, el demonio de la lujuria.
Solía hacerlo al
mediodía, la hora en que sus poderes alcanzaban el punto más alto. Este diablo,
que tenía muchos pelo pero ni uno solo de tonto, comenzó a observar a los
únicos animales hechos a imagen y semejanza del Creador. No tardó en darse cuenta
de que Lilith sería su aliada, en cambio el pánfilo de Adán le contaría todo a
su Papi.
La mujer no sabía que
Asmodeo había presenciado a escondidas su charla con Dios. Cuando quedó sola,
no tardó en reconocer la ira en su actitud. Sí, el demonio Amón sería el
especialista en la ira, pero Lilith sería solo suya.
-¿Qué haces por aquí,
mujer? –preguntó, con el sol en su cenit.
-No me hables. Estoy
furiosa –le espetó, y pasó a
relatarle su encuentro con Dios-. Te digo que
si esto no cambia, me voy del Paraíso.
El demonio de la
lujuria comenzó a alimentar los deseos de libertad de la mujer, contándole sobre
lo bien que pasaría una hembra fogosa como ella en las orillas del Mar Rojo.
Así que cansada de que
el Creador prefiriera al pánfilo de su primogénito antes que a ella, decidió
abandonar el Paraíso y encaminarse a ese lugar maravilloso de libertad sexual.
Cuando por medio de su
hijo dilecto y de algún Arcángel chismoso, Dios se enteró de la huida de
Lilith, su primera medida fue poner manos a la obra y crear a Eva, quien sería
asentada de forma oficial en el Génesis como la primera mujer. La creó con una
costilla que le sacó a Adán, y así salió: humilde, servicial, obediente,
sumisa, con libre albedrío y… curiosa. Es que no existe el ser humano sin
defectos.
Mientras tanto, en las
orillas del Mar Rojo, la liberal Lilith llevaba una vida desordenada,
licenciosa y llena de lujuria. O sea, perfecta. Su primer amante fue Samael, el
ex Ángel de la Fuerza, que antes de rebelarse contra Dios vivía en el Séptimo
Cielo –que aún no se había convertido en un hotel de alta rotatividad-, y tenía a su servicio millones de ángeles.
Luego de Samael estuvo
con los diversos demonios que pululaban por aquel lugar de orgías y placeres
carnales. A medida que la tierra comenzó a poblarse, Lilith se hizo adicta al
semen del hombre. A través de los siglos los siguió visitando durante la noche,
convertida en un súcubo de formas sinuosas y cabellos rojos. El esperma que
caía fuera de la matriz de la mujer le pertenecía, sin importar si era producto
de un sueño, del vicio o a causa de un adulterio. Esa simiente la preñaba y no
dejaba de parir.
El Creador y Dios
único, tenía presente la deserción de la primera mujer y
decidió castigarla.
Cien de sus hijos morirían al día y solo daría a luz lilims, demonios femeninos –como ella misma- también conocidos como
súcubos.
En el Paraíso, Adán seguía extrañando a Lilith, su primera mujer seductora
y fogosa, la que jamás se dejó dominar.
Quizás por vengar a
Adán, su descendencia masculina sacó, omitió y cercenó el nombre de Lilith de
los textos sagrados porque ella, con su cuestionamiento, invitaba a la
rebelión.
El pasaje de miles de
años por el universo y por este planeta no la hizo desaparecer. Vivió y vive
según sus reglas y siendo fiel a su naturaleza lujuriosa.
Así que para crear a Lilith anduvo por Rivera en busca de su tierra colorada?? Picara esa Lilith! Seran así las riverenses, por algo ando por aquí! jejejeje. Espectacularrrrr como siempre! Un lujito para estos ojos leer algo tan bien escrito. Felicitaciones!te faltan seis y aquí espero.
ResponderEliminarpecados digo, jejeje
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