El 13 de junio de 2012, día de San
Antonio, se cumplirían los 66 años de casados de mis padres. “Más tres de
novios”, como decía papá siempre. El 12 de junio de 2011, mamá decidió partir un día antes del
aniversario para brindar con sidra al lado de su amor en alguna nube, y quizás
recordar como solían hacerlo, el día que se pusieron de novios. Este es un
humilde homenaje para mis padres, que amo y extrañaré por siempre...
En el pueblo de Villabolle, la diminuta
capilla está consagrada a su patrón, San Antonio de Padua. Cada trece de junio
se celebra su día con misa, comida y baile. Aquel trece de junio de 1943 la
fiesta no estaba muy alegre para Jesús, quien no conseguía moza para bailar,
así que era preferible presentar sus respetos a la familia que lo había
invitado, y retirarse a su pueblo. Al día siguiente tendría que regresaría
descansado al trabajo. Y también un poco frustrado.
-Padrín*,
me vuelvo para Sanzo… -le dijo a su tío, hermano de su mamá Balbina, y quien le
había dado su nombre en la pila del bautismo.
-¿Tan temprano? Quédate y baila con
alguna moza –lo animó.
-Ya invité a todas las que estaban sin
pareja y me dan calabazas.
Desde la cocina de la casa de Minguxón
que daba a un costado del prado donde se bailaba, unas manos amorosas se
apresuraban para terminar la limpieza. La fiesta de San Antonio significaba
redoblar el trabajo diario, pero valía la pena y más si se hacía con amor. Allí
se juntaba familia, vecinos y conocidos de los pueblos cercanos.
-Estrella… -gritó una voz masculina
llamando a la muchacha que salió a la ventana con su usual sonrisa-. Vengo a
despedirme.
-¿Despedirte? Pero… ¿ya te vas, Jesús?
–Preguntó con asombro-. ¿Por qué tan cedo*?
-Es que… Estoy aburrido. No hay mozas
para bailar.
-¡Hombre! Si es por eso, bailo yo
contigo si quieres –ofreció voluntariosa.
-¡Claro que quiero!
Fueron segundos lo que tardó en sacarse
el mandilón* y bajar las escaleras
que los separaba. El prado estaba lleno de parejas que cantaban y bailaban al
son de panderetas, cucharas y tixelas*
que alguna mujer sabía raspar con virtuosismo. Como era una ocasión especial,
hasta habían contratado un gaitero.
Se conocían de toda la vida porque eran
primos hermanos. Jesús Álvarez Martinez, de la casa de Minguxón de Villabolle, era el padre de Estrella y padrino de
bautizo de Jesús Carbajal Álvarez, de la casa de Lorencín de Sanzo, quien era hijo de su hermana Balbina Álvarez
Martinez.
Quizás fue la primera vez que Jesús no
la vio como prima. Estrella era la mujer que cualquier hombre aspiraría para
esposa. Era de una belleza llamativa, grande, decente, trabajadora, y tenía una
fortaleza envidiable, fruto del duro trabajo en el hogar y en el campo. Su
madre había fallecido hacía cinco años; junto a sus hermanas mayores bajo la conducción
de su padre, llevaban la casa adelante y cuidaban de los hermanos menores,
porque los hombres mayores habían marchado: Manuel, el mayor, a América
reclamado por sus tíos paternos, e Isidoro había entrado en quintas* y quizás
fuera enviado a Marruecos.
Aquel baile de Villabolle se repitió el
24 de junio en Sanzo, por la fiesta de San Juan, patrono del pueblo. Jesús
tenía casi 21 años y Estrella 19. Ambos se dieron cuenta enseguida que el otro
era lo que había soñado para pasar el resto de su vida y podría decirse que
desde aquel momento no se separaron más. No tardaron en ponerse de novios y
allí apareció el primero de los muchos obstáculos que tendrían: vivían en
pueblos diferentes, separados por una montaña. Para ver a su amada novia, Jesús
podía ir caminando o a caballo (siempre y cuando Ricardo, su padre, considerara
que había rendido suficiente en su trabajo semanal como para merecer tal
privilegio) y solo tenía dos caminos:
podía bordear la montaña caminando, lo que era bastante difícil después de un arduo día de
trabajo, o cruzarla a través de los bosques y correr el riesgo de enfrentarse
con los lobos, que no eran una grata compañía.
Lo primero que se siente cuando lo
acompañan los lobos –contaba Jesús- es la sensación de estar desnudo, sin ropa.
Lo segundo es que se queda uno sin la pucha*.
Al salir de la casa y pasar frente a la capilla, siempre me encomendaba a San
Juan; sabía que Estrella rezaba por mí frente a la capilla de San Antonio para
que me protegiera en el viaje. Y me protegieron. Durante los tres años que la
visité, sólo una vez me acompañaron y otra vez me salieron al camino. Las dos
veces iba con el caballo y él también los presintió. La vez que me enfrentaron,
eran tres, pero había más escondidos. Después de mirarme, se dieron vuelta y
comenzaron a garrapatear para echarme tierra en los ojos, dejarme ciego y poder
atacarme sin que me pudiera defender. Me salvó la linterna, porque al
encenderla salieron corriendo. También llevaba cerillas y un encendedor de
mecha, pero no hicieron falta. Fue la única vez que los ví y la vez que más
miedo pasé en la vida. Pero valía la pena el riesgo por ver a Estrella.
Como era típico en aquellos tiempos, los
parientes y vecinos se ayudaban unos a otros, sobre todo cuando llegaba la
época de las cosechas. Una vez de las veces que Estrella tuvo que ir a ayudar a
la casa de Lorencín, le tocó cocinar, así que tomó el cesto y fue al lugar
donde se guardaban las patatas. Como lo había hecho toda su vida, colocó el
cesto volcado en la parte baja del montón, y con las manos empujó la pila hasta
llenar el cesto, ignorando que su futuro suegro la estaba observando:
-No sé si Estrella te va a servir como
esposa –le dijo preocupado a su hijo, quien lo miró con cara de asombro.
-¿Por qué me dice eso, papá? ¿Qué tiene
que decir de ella?
-Nada, es una mujer trabajadora y
decente a carta cabal, pero… es muy abundante.
Lo que quizás el buen Ricardo ignoraba
era que, al contrario de Sanzo, en Villabolle las patatas se daban muy bien y
eran un alimento básico y abundante. Cuando las agarraban para cocinar, tomaban
las mejores para la comida y las pequeñas se dejaban para los cerdos. Pero él
la había tildado de abundante por no seleccionarlas como se hacía allí. En
cierto modo tenía razón: en el hogar de Jesús y Estrella no hubo jamás lujos,
pero siempre fueron abundantes en la comida y en el afecto con que se recibía a
las visitas.
En los pueblos no había muchas
posibilidades de estudiar, y los oficios se transmitían de boca en boca de
acuerdo al sexo. Estrella tenía una manualidad especial y su padre decidió que
sería bueno que fuera a aprender a coser, porque las mujeres debían saber, al
menos, hacer la ropa para la familia. En poco tiempo una vecina le enseñó todo
lo que pudo y sabía. Gracias a eso y a su natural inteligencia, durante su vida
vistió a sus hijos, a ella misma, y a muchas personas más. Con ropa en desuso
(recordemos que era época de guerra o post-guerra) vestía a niños del pueblo
que andaban casi desnudos. Y algunos aún lo recuerdan y agradecen… Esto viene a
cuento por la foto que ven a continuación, y que fue tomada cuando eran novios
en Fonsagrada, una pequeña ciudad a veinticinco kilómetros de Grandas de
Salime.
Jesús tenía edad para tener su primer
traje a medida cuando pasó por el pueblo un hombre vendiendo cortes de tela.
Bonifacio Rancaño, cuñado de Estrella, lo animó a que comprara la tela que le
ofrecía el vendedor, quien le juraba que era de excelente calidad. Claro que
cuando se la llevó al sastre, éste se negó a trabajar con una tela tan mala y
le vendió su propio casimir. Al pobre muchacho obvió decirle que no tenia tanto
dinero y por vergüenza aceptó hacerse el traje, pero… ¿cómo haría para pagarlo?
Trabajando, por supuesto. Durante trece noches apenas descansó para dedicarse a
transportar trigo y con algún otro trabajo pudo pagarle al sastre a tiempo,
pero… el dinero no fue suficiente para comprarse un cinturón y tuvo que
sostener el pantalón metiendo la mano en el bolsillo (como se ve en la foto),
porque se le caía. Estrella, por su parte, luce el primer traje que ella misma
se hizo.
Entre anécdotas, lobos, montaña y
visitas, pasaron tres años. Un día decidieron presentarse ante el cura del
pueblo para decirle que se querían casar. Dado que eran primos, el cura
solicitó a Roma la dispensa papal, pero el tiempo pasaba y la dispensa no
llegaba, así que el mismo cura les dijo que no se preocuparan, que él los
casaba igual.
Así que aquel 13 de junio de 1946,
llamaron a tres que pasaban por allí para que les salieran de testigos, y se
realizó la boda el mismísimo día de San Antonio en la capilla de Villabolle.
Fue una gran fiesta con un banquete de
trece platos. Y las dispensas papales… llegaron meses más tarde, pero a nadie
le importó.
Jesús era un gran devoto de San Antonio,
y llegó a tener una comunicación especial con este santo. En su casa siempre
hubo imágenes de San Antonio, y Estrella siempre le recitaba la frase que
repetía desde niña:
“San Antonín benditu,
que nun come nin bebe
y está gorditu”.
Esta foto fue sacada la primera vez que regresaron a España, en 1979,
en la capilla de Villabolle donde se habían casado 34 años atrás.
NOTAS:
Padrín – hipocorístico asturiano de
padrino
Cedo - temprano
Mandilón – de “mandil” o “mandila”,
delantal que cubre buena parte del cuerpo.
Pucha – gorro vasco.
Impecable prima, esta historia es hermosa y además nunca la había oido... Estarían orgullosos de leer lo que tan bien recordás y escribiste. Besos Te quiero
ResponderEliminar¡Qué linda sorpresa saber que tenés un blog! Y yo que pensaba que era la única rayaa de la familia!! jajajaaa...
EliminarGracias por el comentario. También te quiero mucho!
Mil besos.
¡Que fuerte Cris! Me tocó muchísimo este homenaje, respira y transpira puro amor. Seguro q los dos estarán brinando en gran estilo con una verdadera cava. Un abrazote a ti. Liliana
ResponderEliminarImpresionada, me emocionó mucho, quizá porque la historia aunque individual se parece a otras de la región o quiza porque los escenarios me son muy conocidos,un saludo y enhorabuena
ResponderEliminarPreciosa historia. Qué suerte tuvieron esos padres contigo y tú con ellos.
ResponderEliminarPreciosa historia y muy bien contanda.
ResponderEliminarGracias por enseñarnosla. Estas historias de antes me encantan y más cuando vienen de mi tierra.
Preciosa historia. Yo soy devota de San Antonio. Siempre ke le pido algo,ke no es para mi si no pata otras personas me lo concede . Una hitoria preciosa digna de leer. No te conozco ,pero un beso.
ResponderEliminarPrecioso relato,soy familia vuestra Alvarez de Ron de Oviedo,poneros en contacto conmigo.Gracias
ResponderEliminarUn gran relato,sin duda. Gracias por compartirlo
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