Era un clásico.
Los que tenemos más de veinte años lo considerábamos así: un lugar clásico de
encuentro, un punto de referencia. “…en La Pasiva de 18 y Ejido”, solíamos decir. Para una
cita, para comer panchos con cerveza o chivitos de película al salir del cine,
o para el cafecito filosófico acodados en la mesa, tipo boliche de barrio.
Estaba pensando… La que
debe de estar contenta es la monja directora. Me acuerdo de cuando a mediados
de los setenta terminamos el liceo y nos prohibió ir a comer panchos a “ese
lugar” porque había que “respetar el uniforme”, decía. Cuántas anécdotas como
esta habrá en cada uno de los montevideanos que nos acostumbramos a esa
esquina. Pero nos resignamos ¿vio? Porque resignarse es algo de uruguayos, como
andar con el termo y el mate.
Así nos resignamos a
perder las grandes tiendas como London París, Angenscheidt o Soler. O los
grandes cines como el Metro, el Censa o el Trocadero. O al cierre de cafés como
el Tupí-Nambá o el Sorocabana. Y después decimos que somos nostalgiosos, grises
y tristes. ¿Cómo no serlo si nos cambian un lugar que es nuestro y nos
identifica, por un sitio de comidas rápidas, insípidas y foráneas? Los nostálgicos no nos
resignamos. Nos obligan a resignarnos, que es diferente. Y nos obligan a aceptar que un joven posiblemente prefiera una
hamburguesa a un chivito. O sentarse frente a un líquido servido en un vaso de
cartón que contiene la mitad hielo y la otra mitad con algo que pretende ser
refresco. Y bué… capaz que ellos filosofan igual que el viejerío que se
acoda frente a un café o a una copa de grapa con limón.
Y llegó el momento
de desmantelar lo que se fue armando a lo largo de más de cuatro décadas. Y que
el último apague la luz y cierre la puerta… Otra puerta nuestra que se cierra para
abrir una nueva que quizás sea mejor, pero… ¿la verdad? A mí me gustaba la
vieja.
Hay un dicho que reza: “El que no cambia no avanza, sino que retrocede”. ¿Será así para todo? ¿Será que preferir comer panchos sentados en vez de hacer una cola interminable para que nos vendan una hamburguesa, es retroceder? Y… ¿qué quiere que le diga? Seré retrógrada y nostalgiosa, pero yo me quedo con el pancho y el café filosofado mientras voy limpiando con los codos la mesa de un boliche.
Hay un dicho que reza: “El que no cambia no avanza, sino que retrocede”. ¿Será así para todo? ¿Será que preferir comer panchos sentados en vez de hacer una cola interminable para que nos vendan una hamburguesa, es retroceder? Y… ¿qué quiere que le diga? Seré retrógrada y nostalgiosa, pero yo me quedo con el pancho y el café filosofado mientras voy limpiando con los codos la mesa de un boliche.
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