martes, 8 de mayo de 2012

UNO MAS PARA LA NOSTALGIA...


Era un clásico. Los que tenemos más de veinte años lo considerábamos así: un lugar clásico de encuentro, un punto de referencia. “…en La Pasiva de 18 y Ejido”, solíamos decir. Para una cita, para comer panchos con cerveza o chivitos de película al salir del cine, o para el cafecito filosófico acodados en la mesa, tipo boliche de barrio.

Estaba pensando… La que debe de estar contenta es la monja directora. Me acuerdo de cuando a mediados de los setenta terminamos el liceo y nos prohibió ir a comer panchos a “ese lugar” porque había que “respetar el uniforme”, decía. Cuántas anécdotas como esta habrá en cada uno de los montevideanos que nos acostumbramos a esa esquina. Pero nos resignamos ¿vio? Porque resignarse es algo de uruguayos, como andar con el termo y el mate.


Así nos resignamos a perder las grandes tiendas como London París, Angenscheidt o Soler. O los grandes cines como el Metro, el Censa o el Trocadero. O al cierre de cafés como el Tupí-Nambá o el Sorocabana. Y después decimos que somos nostalgiosos, grises y tristes. ¿Cómo no serlo si nos cambian un lugar que es nuestro y nos identifica, por un sitio de comidas rápidas, insípidas y foráneas? Los nostálgicos no nos resignamos. Nos obligan a resignarnos, que es diferente. Y nos obligan a aceptar que un joven posiblemente prefiera una hamburguesa a un chivito. O sentarse frente a un líquido servido en un vaso de cartón que contiene la mitad hielo y la otra mitad con algo que pretende ser refresco.  Y bué… capaz que ellos filosofan igual que el viejerío que se acoda frente a un café o a una copa de grapa con limón.

Y llegó el momento de desmantelar lo que se fue armando a lo largo de más de cuatro décadas. Y que el último apague la luz y cierre la puerta… Otra puerta nuestra que se cierra para abrir una nueva que quizás sea mejor, pero… ¿la verdad? A mí me gustaba la vieja.


Hay un dicho que reza: “El que no cambia no avanza, sino que retrocede”. ¿Será así para todo? ¿Será que preferir comer panchos sentados en vez de hacer una cola interminable para que nos vendan una hamburguesa, es retroceder? Y… ¿qué quiere que le diga? Seré retrógrada y nostalgiosa, pero yo me quedo con el pancho y el café filosofado mientras voy limpiando con los codos la mesa de un boliche.

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