Este año, la Real Academia de la Llingua Asturiana ha decidido que el lema para la trigésimo sexta Selmana de les Lletres Asturianes sea “Semar palabres, texer futuro”.
Hoy disfrutamos de las palabras que sembraron muchas manos y mentes del pasado. El futuro que tejieron ayer, es donde aprenden los escritores de hoy, que a su vez, siguen sembrando y tejiendo otro futuro.
La literatura, a través de los siglos, reconoció un sinnúmero de hombres que se
destacaron por ser grandes escritores. En cambio las mujeres fueron relegadas a un plano menor, incluso aquellas que han hecho grandes aportes al mundo de las letras.
Safo de Lesbo, quien vivió entre los siglos VII y VI A.C. es la primera poetisa que recuerda la historia como tal.
"...pienso yo que jamás
joven habrá
viendo la luz del sol,
que se pueda decir
que en su saber
se te parezca a ti..."
Podríamos continuar con Hipatia de Alejandría, descuartizada y quemada por el delito de su inteligencia prodigiosa. Fue la primera mujer científica y filósofa.
“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”
También hay que resaltar a Christine de Pizán (1364 - 1430), la primera escritora profesional que se atrevía a cobrar por su trabajo. En sus textos defendió a la mujer y habló de su emancipación. Su obra más célebre, “La ciudad de las damas”, uno de los temas claves es el derecho de la mujer a acceder a una educación similar a la del hombre. Se puede decir que fue la primera feminista.
Además de Christine, hubo otras mujeres igual de valientes y dispuestas a pagar el precio de sembrar sus palabras.
Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila. Fundadora de la orden de las Carmelitas Descalzas. Escritora y mística. Doctora de la Iglesia, autora de “Las Moradas”:
“Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero…”
Sor Juana Inés de la Cruz. Monja Jerónima, mexicana, escritora, poeta y perteneciente al Siglo de Oro de las letras, que en sus famosas Redondillas nos decía:
“Hombres necios que juzgáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis …”
Jane Austin, británica y autora del clásico “Orgullo y Prejuicio” entre otras obras. “No todas nos podemos dar el lujo de ser románticas”, decía uno de sus personajes femeninos.
Concepción Arenal. Escritora y activista gallega. Escribió sobre derecho penal, derecho penitenciario, feminismo y poesía. “Las fuerzas que
se asocian para el bien, no se suman, se multiplican”.
Rosalía de Castro, la siempre recordada novelista y poetisa gallega.
“Ahí tienes mi corazón/ puedes matarlo si quieres/ pero, como estás adentro/ también, si lo matas, mueres”
Virginia Woolf. Británica. Novelista, ensayista, editora, crítica. Una de las escritoras más destacadas del siglo XX.
“No hay barrera, cerradura ni cerrojo, que le puedas imponer a la libertad de mi mente”.
Victoria Ocampo. Argentina. Se destacó por su amplia cultura, sus escritos y por ser mecenas de muchos artistas.
“Mi alma está hecha de luz y tinieblas. No sabe de brumas”
Simone de Beauvoir. Escritora, profesora y filósofa francesa. Pareja del filósofo Jean-Paul Sartre.
“No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe… De una mujer así, jamás se regresa.”
No podíamos dejar fuera a nuestra querida gijonesa Corín Tellado, la escritora rosa más vendida en el mundo.
“Puedo llegar a narrar la escena más sensual y erótica que te puedas imaginar y estar sentada en el despacho de mi hijo, con las rodillas tapadas con una manta tomando un chocolate.”
A pesar de las maravillosas escritoras que he nombrado y las que dejé sin nombrar, hasta el día de hoy el premio Nobel ha sido otorgado 806 veces a hombres y solo 47 veces a mujeres.
En 1903 a Real Academia Sueca decidió que el nobel de física sería para Pierre Curie y Henry Becquerel. Pierre Curie se negó a recibirlo porque consideraba que pertenecía a su esposa, Marie Curie, pero finalmente la Academia solo accedió a incluirla en el galardón. Eso la convirtió en la primera mujer que recibía un Nobel. Hasta la fecha ha sido la única mujer que ha recibido dos galardones en dos diferentes campos: física y química, que se le otorgó en 1911.
Así como Madame Curie luchó por sus convicciones y sobresalió en las ciencias por mérito propio, la mujer que hoy nos convoca también logró sobresalir en el campo de las letras.
Me estoy refiriendo a la primera poetisa y mujer de letras asturiana quien, a pesar de ser opacada por la fama de su hermano, logró ser recordada por sus poemas escritos en bable.
Mi homenaje de hoy es para La Argandona, Josefa de Jovellanos y Jove Ramírez.
Josefa nació en Gijón el 4 de junio de 1745 y fue la menor de ocho hijos. Hizo sus estudios en Oviedo y Ávila. Siendo aún muy joven, su hermano Gaspar Melchor de Jovellanos convenció a la familia de la conveniencia de unirla en matrimonio con Domingo González de Argandona, procurador general de las Cortes de Asturias. Una vez desposados, la pareja debió trasladarse a Madrid donde el flamante esposo de Josefa se convertiría en un invaluable contacto para su cuñado Gaspar.
En 1772 comenzó a frecuentar la Corte, de la mano de su amigo Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, aficionado a las letras y a las humanidades. Desde entonces se convierte en la anfitriona de la intelectualidad cortesana en su residencia de la calle Atocha.
A partir 1774 la vida de Josefa comienza a ser marcada por la tragedia. Queda viuda con apenas 28 años. A los pocos días de fallecer su esposo, nace y vive solo unos días su tercera hija, Gertrudis. Pero en ese fatídico año también le avisan del muerte de su hermana, Juana Jacinta. Dos años fueron suficientes para que su mundo cambiara drásticamente.
Con la desdicha sobre sus hombros decide regresar a Asturias en 1779 y hacerse cargo de las propiedades familiares, pero el cambio no la hará más feliz.
Ya en su tierra natal debe asistir a la muerte prematura de sus otras dos hijas, Vicenta y María Isabel, y la de su propia madre.
A pesar de experimentar el terrible sentimiento de pérdida, tanto de su marido, sus tres hijas, su madre y su hermana, no han llegado hasta nosotros poemas que fuesen escritos por ella sobre esta temática, tal vez porque nunca llegó a escribirlos, o, muy probablemente, porque pudieron haberse extraviado o destruido.
La vida intentó darle una nueva oportunidad, pero otra vez será su hermano Gaspar Melchor quien cobre protagonismo para truncar sus ilusiones. Escribe Álvarez Faedo: «Unos años después de haber enviudado, Josefa volvió a vislumbrar la felicidad enamorándose de otro hombre, más, al abrir su corazón a su hermano, recibe una negativa en toda regla: "Tú te resuelves por razones de pura conveniencia o de capricho, y yo por razones de decoro... Lo que tú haces es un disparate a los ojos de todo el mundo..."».
Sin demasiadas opciones, Josefa obedece la voluntad de Gaspar Melchor, cavando con ello la tumba de su propia infelicidad. Recordemos que en esa época importaba mucho el “qué dirán”, y el honor recaía principalmente en las mujeres de la familia. No por esto Josefa dejó de querer y respetar a su hermano.
Durante los años siguientes y después de tantas desgracias, Josefa vivió en Oviedo junto a su hermana, la Condesa de Peñalva, llevando una vida piadosa dedicada a socorrer desamparados y a diferentes obras sociales.
Preocupada por la situación social de su tiempo, visitaba mujeres en hospitales y cárceles. Su papel en la educación la convierte en una dama ilustrada para su tiempo.
Un carácter apocado e incluso pacato, más la búsqueda de la espiritualidad, hizo que en 1793 ingresara en el monasterio de las Madres Recoletas Agustinas Descalzas, en Cimadevilla, Gijón, eligiendo como nombre sor Josefa de San Juan Bautista. Cabe aclarar que Gaspar Melchor se opuso firmemente a esta decisión, pero esta vez Josefa no lo obedeció.
Su trabajo dentro del convento fue dedicarse a la educación de niñas huérfanas. La contrarreforma católica primero y las exigencias de la sociedad ilustrada del siglo XVIII después, condujeron a los conventos a cambiar su finalidad como lugar apacible de retiro monástico y se convirtieron en centros educativos para las damas pudientes, aristocráticas y burguesas. pudiendo así hacer realidad uno de sus grandes propósitos: la fundación del colegio al que puso por nombre “Enseñanza Caritativa de Nuestra Señora de los Dolores”, el 7 de julio de 1794, el mismo año en que profesó sus votos.
Durante el tiempo que estuvo en el convento, se llegó a convertir en Priora,
pero la enfermedad que la aquejaba se vio agravada quizás por el disgusto de saber que su hermano Gaspar Melchor estaba encarcelado en la prisión mallorquina de Bellver. Desde allí y luego de muchas súplicas a las autoridades por parte de la religiosa, mantuvieron comunicación epistolar. Cuenta Josefa en una de sus cartas hablando de su precaria salud:
“…y en esta amarga alternativa paso los días y las noches sin descanso, sin gusto alguno al alimento, y tan sin fuerzas que dejo poco la cama, y tan sofocado el pecho y cansada la cabeza, que el oficio divino de obligación le rezo a pausas y ayudada de una religiosa. Bien siento, amado hermano, aumentar tus penas con esta dolorosa pintura, pero es preciso para convencerte de que nuestra correspondencia (permitiéndonos la Real piedad de nuestro augusto soberano continuarla) debe ceñirse sólo a darnos noticia de nuestra existencia, del estado de nuestros trabajos y consuelo que en ellos podamos recíprocamente ofrecernos”
Su salud se fue deteriorando al punto de perder el conocimiento y, morir, finalmente, el 7 de junio de 1807.
Los poemas de Josefa Jovellanos se dan a conocer a través de la antología publicada por José Caveda en 1839, bajo el título de “Colección de poesías en dialecto Asturiano”, donde se recogen las siguientes piezas:
- Descripción de las funciones con que la villa de Gijón celebró el nombramiento del Excmo. Sr. Don de Jovellanos para el ministerio de Gracia y Justicia. (1798) «¡Viva el Señor Xovellanos/ que lu fixo el Rei ministru!»
- Descripción de las funciones con que la ciudad de Oviedo celebró la coronación de Carlos IV.
En esta Elexía con motivo de las fiestas que se preparaban en Oviedo para celebrar la coronación de Carlos IV, la autora lamenta todo el despilfarro que suponen esos festejos, cuando el pueblo está muriéndose de hambre: «De fame anda la xente espavorida;/lles llágrimes ñon más tien por vianda,/y ñon pueden a cuestes cola vida»
- A las fiestas que se preparaban en Oviedo para la coronación de Carlos IV.
El poema “Las exequias de Carlos III” que Álvaro Ruiz de la Peña le atribuye a Josefa Jovellanos, trajo controversia y estudios sobre su autoría. En 1996, Álvaro Arias Canal publicó “Poesías de la Argandora” e incluyó esta pieza, al igual que los responsables de la edición de 1997 de “Obra poética completa de Josefa Jovellanos”, de la editorial Avízoras.
El que Josefa Jovellanos haya escrito gran parte de su obra en asturiano, motivó a que se creara un certamen con su nombre para la literatura en bable normalizado, pasando a ser una referente junto a Antón de Marirreguera.
A pesar de que su obra poética fue publicada en su totalidad, aún siguen inéditas sus cartas a Carlos IV, las cartas a su hermano Gaspar Melchor y la ya nombrada relación por las exequias de Carlos III.
Por su preocupación por la cultura, por su valentía para sobrevivir a pesar de las tragedias y por ocuparse de la educación y enseñanza femenina, vaya en ella nuestro homenaje a todas las mujeres.