viernes, 25 de julio de 2014

DESTINO ASEGURADO

El accidente de ayer me dejó desorientado; no siento dolores pero sí embotamiento. Es mejor que regrese al hospital. Le hago una seña al brillante letrero de libre y subo al taxi.
-Al Hospital Central –indico al conductor-. Si toma por…
-Sé cómo llegar a dónde va –responde tajante.
Trato en vano de ver su rostro a través del espejo mientras el taxi cruza el barrio de mi niñez y juventud.
-¿Dónde quiere que lo deje?
Distraído con recuerdos al ver pasar calles y lugares por los que he transitado toda mi vida, respondo cada vez más confundido:
-Déjeme en la entrada principal, pero ¿está seguro que vamos bien?
-Sí, siempre hago este camino… Ya llegamos.

El taxi se detiene detrás de otros coches, frente a un lugar de muros blancos y desaparece apenas desciendo. Reconozco familiares y amigos entre la gente que va entrando, pero nadie me saluda. Encabezando el cortejo que atraviesa el cementerio van mis padres y hermanos de riguroso negro, abrazados, llorando detrás del féretro.